La nueva adicción digital: dopamina, redes sociales y el precio emocional

La adicción digital está moldeando el cerebro de los colombianos y afectando su inteligencia emocional sin que lo noten.

El ecosistema digital actual no solo entretiene, informa o conecta. También condiciona emociones, altera funciones cognitivas clave y, según expertos, está debilitando la inteligencia emocional de toda una generación. Así lo advierte el informe “El nuevo opio del consumidor: Dopamina, redes sociales y el efecto en la Inteligencia Emocional”, presentado por Daniel Carles, profesor de la Broward International University (BIU), institución de Planeta Formación y Universidades.

Con más del 74 % de los colombianos accediendo diariamente a redes sociales, y jóvenes que pasan en promedio más de tres horas y media frente a una pantalla, la adicción digital ya no es una posibilidad futura: es una realidad presente.

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Según el informe, el marketing digital moderno no solo vende productos o estilos de vida, sino que opera directamente sobre el sistema de recompensas del cerebro humano, manipulando los niveles de dopamina para mantenernos conectados, enganchados y emocionalmente dependientes.

Adicción digital: cómo las redes sociales moldean nuestras emociones

La adicción digital funciona como una economía emocional. Las plataformas digitales —Instagram, TikTok, YouTube, Facebook— están diseñadas para estimular reacciones rápidas, recompensas inmediatas y validación constante. Esta estrategia tiene efectos profundos: reduce la capacidad de atención, incrementa la ansiedad, disminuye la tolerancia a la frustración y debilita la calidad de las relaciones humanas.

“Estamos en un entorno que premia la hiperestimulación y castiga el silencio”, explica Carles. Esto interfiere directamente con la capacidad del cerebro para regular emociones, una habilidad esencial de la inteligencia emocional. En lugar de reflexionar sobre lo que sentimos o conectar con otros a través de interacciones genuinas, los usuarios terminan atrapados en una dinámica de reacción constante, marcada por la aprobación inmediata y superficial.

Estudios recientes, como los de la profesora Gloria Mark (2023), revelan que el promedio de atención frente a una pantalla ha caído a apenas 47 segundos. Este descenso no solo afecta la productividad, sino también la empatía, la capacidad de introspección y la calidad del vínculo interpersonal. “El cerebro necesita pausas, presencia, rostros y voces reales para construir relaciones sólidas”, sostiene el informe.

¿Podemos frenar la adicción digital? Un llamado a la rehumanización

Frente al deterioro emocional que está provocando la adicción digital, el informe de BIU propone un nuevo enfoque para el marketing y el diseño de plataformas. Entre sus recomendaciones se encuentran el rediseño de contenidos basados en principios de neurociencia afectiva, la incorporación de métricas que valoren la calidad del vínculo con los usuarios y la creación de espacios digitales que fomenten el silencio, la pausa y la desconexión como elementos vitales del bienestar emocional.

“Las marcas deben dejar de ver a los usuarios como clics y comenzar a verlos como seres humanos”, afirma Carles. Ejemplos como Headspace o Patagonia muestran que es posible desarrollar estrategias éticas, empáticas y sostenibles sin renunciar al impacto.

El informe concluye con un llamado claro: en una era donde captar atención es fácil, lo difícil y necesario es cuidar lo que ocurre cuando ya la hemos capturado. En tiempos de hiperconexión, la adicción digital es el nuevo reto emocional del siglo XXI, y enfrentarlo requiere una transformación profunda en la forma en que interactuamos, sentimos y nos relacionamos en el entorno digital.

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